McKinsey: la demanda de energía no volverá a su curva de crecimiento anterior a la pandemia
Por El Periódico de la Energía / Bolivia Energía Libre-La Paz
Los impactos de la COVID-19 han cambiado permanentemente las curvas de demanda de energía y el camino hacia la recuperación sigue siendo incierto.
Según la nueva investigación de McKinsey & Company titulada Perspectiva Energética Global 2021, la demanda de energía regresará a los niveles de 2019 antes de cuatro años, pero nunca volverá a su curva de crecimiento anterior a la pandemia.
Asimismo, la demanda de electricidad y de gas se recuperarán más rápido que la de petróleo, pero el carbón nunca volverá a los niveles de demanda anteriores.
A medida que las economías y los mercados energéticos se recuperan de los efectos a corto plazo de la COVID-19, se estima que, a largo plazo, continuarán los cambios fundamentales en el sistema energético que ya se estaban produciendo antes de la pandemia.
La eficiencia energética, las regiones de crecimiento o la electrificación son las transformaciones que serán los principales impulsores de la transición energética en las próximas décadas.
David González, Socio Senior de McKinsey señala que las mejoras en la eficiencia energética derivadas de los avances tecnológicos y el cambio de combustible, generarán que la intensidad energética del PIB mundial se reduzca en un 40% para 2050.
“Por ejemplo, los coches eléctricos requieren 3 a 4 veces menos energía que los motores convencionales, de combustión interna”.
Asimismo, añade que de 2019 a 2050, el consumo de energía per cápita se reducirá en un 5% a nivel mundial, a pesar del fuerte desarrollo económico que afecta a miles de millones de personas durante ese mismo período.
A su vez, la Unión Europea y Reino Unido, se enfrentarán a una caída del 20% en la demanda de energía para 2050, provocada por la disminución de la población y el aumento de la eficiencia. Por su lado, las economías emergentes duplicarán su participación en el mix energético mundial, con un crecimiento particularmente fuerte en África, la ASEAN y la India, del 24% al 34%.
En China se estima que la demanda de energía se estabilice a partir de 2030.
Por otro lado, González indica que “la demanda mundial de electricidad se duplicará para el 2050.
La cuota de la electricidad en el mix de consumo de energía crecerá de un 19% en la actualidad, hasta un 30% para 2050, mientras que el hidrógeno representará el 40% del crecimiento de la demanda de energía desde 2035 hasta 2050”.
Sin embargo, añade, “tampoco se puede dejar de lado el impacto de los cambios en el comportamiento ocasionados por la Covid-19.
El aumento del teletrabajo y la reducción de los viajes podrán reducir la demanda mundial de petróleo en 2 millones de barriles por día para 2035; frente a una disminución de 19 millones de barriles por día debido a la creciente eficiencia del combustible y al aumento de la captación de combustible, así como un aumento de 32 millones de barriles por día debido al crecimiento económico”.
Según la investigación realizada, para 2035, más del 50% de la generación de electricidad mundial provendrá de fuentes renovables.
El consumo de electricidad se duplicará para 2050, a medida que la demanda de energía se electrifique, la riqueza aumente y el hidrógeno verde cobre impulso.
En la próxima década, las energías renovables se volverán más baratas que las plantas fósiles existentes y todo esto, desencadenará una fuerte absorción de la capacidad instalada de energía solar fotovoltaica y de energía eólica terrestre y marítima, que se traducirá en 5 TW de nueva capacidad solar y eólica instalada para 2035, que equivale a 5 veces su crecimiento.
Al analizar los combustibles fósiles, se observa que la demanda agregada alcanzará su punto máximo en 2027, con el petróleo llegando a su máximo en 2029 y el gas en 2037, mientras que la de carbón muestra un descenso constante. Sin embargo, Álvaro Bau Arrechea, Socio Asociado de McKinsey, indica que, en el Caso de Referencia trabajado por McKinsey, los fósiles de carbón siguen desempeñando un papel importante en el futuro inmediato.
“En ese escenario, mientras que la generación eléctrica de todo el mundo pasará a utilizar energías renovables, que hoy en día, en la mayoría de lugares, ya son capaces de competir con el costo marginal de la energía fósil, para 2050 más de la mitad de toda la demanda mundial de energía seguirá siendo satisfecha por fósiles de carbón”.
En consecuencia, si bien el pico de demanda de hidrocarburos significa una reducción sustancial de las emisiones de carbono previstas, el mundo sigue estando muy alejado de la trayectoria hacia 1,5ºC y agotará su presupuesto de carbono para 2100 a principios del 2030. A pesar de los rápidos cambios en el Caso de Referencia elaborado por McKinsey, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero sólo disminuyen en un 25% para 2050, lo que implica una trayectoria hacia 3,5°C. Alcanzar 1,5ºC requerirá de ambiciones más firmes y una aplicación acelerada a escala mundial.
Bau concluye que «todavía queda un largo camino por recorrer para evitar un cambio climático global sustancial. Según nuestras estimaciones, las emisiones anuales tendrían que ser alrededor de un 50% más bajas en 2030 y alrededor de un 85% más bajas en 2050 que las tendencias actuales si queremos limitar el aumento de la temperatura mundial a 1,5ºC».
La importancia de las políticas ha aumentado en el último año. A pesar del mayor impulso hacia la descarbonización, muchos gobiernos todavía tienen que traducir los ambiciosos objetivos en medidas concretas. Además, dada la magnitud sin precedentes de muchos paquetes de recuperación económica posteriores a la COVID-19, el enfoque de las medidas de estímulo desempeñará un papel fundamental en la configuración de los sistemas energéticos en las próximas décadas.
Cuatro escenarios
Las conclusiones del informe se basan en cuatro escenarios concebidos por McKinsey:
- El camino 1,5ºC: La visión vertical de McKinsey de cómo un camino que limite el calentamiento global a 1,5ºC podría verse impactado a través de los sectores y productos energéticos, teniendo en cuenta la viabilidad económica y técnica.
- Transición acelerada: Una visión progresista, impulsada por la respuesta gubernamental a la COVID-19 y los cambios de comportamiento ocasionados por la “nueva normalidad”. Este escenario evalúa el impacto de 10 cambios que se producen a un ritmo acelerado (por ejemplo, la adopción de vehículos eléctricos, el reciclaje, las energías renovables y el hidrógeno).
- Caso de Referencia: La perspectiva de McKinsey sobre la continuidad de las tendencias existentes. Este escenario refleja las expectativas de cómo pueden evolucionar las tecnologías actuales e incorpora las políticas actuales, además de una extrapolación de las principales tendencias políticas.
- Retraso de la transición: Después de la pandemia, la sociedad se centra en la recuperación económica. La transición energética continúa a menor velocidad y los menores incentivos para invertir en tecnologías de descarbonización y los bajos precios de los combustibles fósiles retrasan la paridad de costes.
El informe presenta perspectivas específicas por tipo de combustible como gas natural, petróleo, carbón e hidrógeno. También analiza las emisiones de carbono y ofrece una perspectiva detallada de McKinsey de la trayectoria hacia 1,5ºC. Esto incluye una mirada a las implicaciones para los líderes empresariales y los responsables de las políticas, que comprende una visión sobre los grupos de valor y una perspectiva de inversión en energía.