Las materias primas empujan América Latina a convertirse en superpotencia en el Siglo XXI
Por Infobae / Bolivia Energía Libre/La Paz
América Latina no es ajena al suministro de materias primas al mundo, pero podría estar al borde de un boom.
Tres fuerzas están empujando a la región a convertirse en la superpotencia de materias primas de este siglo. La transición ecológica está incrementando la demanda de metales y minerales que América Latina posee en grandes cantidades, así como la energía renovable para procesarlos.
La región ya suministra más de un tercio del cobre mundial, utilizado en cables y turbinas eólicas, y la mitad de la plata, componente de los paneles solares.
Sus fértiles tierras producen suficientes cereales, animales, café y azúcar para alimentar a una población mundial en aumento. Las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China hacen que los países vean con buenos ojos invertir en una región relativamente neutral.
Pero la experiencia de América Latina con las materias primas es tan accidentada como larga.
Argentina debe su nombre al latín de la plata que salía de sus puertos tras ser extraída por los conquistadores de Bolivia y Perú; el de Brasil desciende del árbol del brasil, explotado por los europeos en el siglo XVI.
Las enormes riquezas de estos países contribuyeron posteriormente a desencadenar golpes de Estado, tomas de poder populistas, delincuencia y corrupción. Mientras tanto, las economías de la región siguen siendo poco sofisticadas, su PBI por persona equivale a una cuarta parte del de Estados Unidos y la desigualdad es grande. ¿Podrá América Latina cosechar sus frutos esta vez?
De los 33 países de América Latina, 21 obtienen más de la mitad de sus ingresos por exportación de materias primas, porcentaje que supera el 60% en los 12 países de América del Sur. Exportan principalmente minerales y alimentos, más que energía, que sólo predomina en Venezuela y Colombia. Depender excesivamente de las materias primas suele ser un problema, pero esta vez podría ser más bien una oportunidad.
Es probable que la demanda alimentada por la transición ecológica sea más duradera que el auge del petróleo, el carbón y el acero de la década de 2000. Aquel fue impulsado por la industrialización de China, que se estancó a mediados de la década de 2010 cuando se quedó sin fábricas que construir.
Transición energética, una oportunidad para el continente
La transición energética es global y requiere inversiones durante décadas.
Las tecnologías con bajas emisiones de carbono están mucho más hambrientas de minerales que sus equivalentes más sucios.
Un coche eléctrico contiene entre tres y cuatro veces más cobre que uno de gasolina. Instalar un megavatio de capacidad en un parque eólico marino requiere seis veces más metal escaso que en una central de gas. CRU, una empresa de datos con sede en Londres, calcula que podría haber una necesidad insatisfecha de entre 7 y 8 millones de toneladas anuales de cobre para 2035.
Según la Agencia Internacional de la Energía, el parque mundial de vehículos eléctricos se habrá multiplicado por diez de aquí a 2030, hasta alcanzar los 250 millones.
Desde 2018, la producción anual de litio de SQM se ha triplicado hasta alcanzar las 180.000 toneladas, una cuarta parte del total mundial, y probablemente aumentará hasta las 210.000 toneladas en 2025.
En la carrera por colmar esas lagunas destaca América Latina. La región posee vastos yacimientos de minerales y metales críticos.
A pesar de haberlo explotado durante décadas, Chile y Perú conservan el 30% de las reservas explotables de cobre del mundo. América Latina alberga casi el 60% del litio conocido.
Bolivia posee estaño, utilizado como soldadura en componentes eléctricos. Brasil tiene grafito, otro metal para baterías.
Es probable que se produzcan nuevos descubrimientos, ya que sólo se ha estudiado el 30% del subsuelo del país, afirma Alexandre Silveira, Ministro de Minas de Brasil.