Corea del Sur apunta al futuro, México al pasado
Por Boris Santos Gómez Úzqueda
Es una noticia que regó como pólvora: inversionistas privados y el Estado de Corea del Sur tienen un plan de invertir 43.200 millones de dólares (sí leyó bien: cuarenta y tres mil doscientos millones) para construir la planta de energía eólica más grande del mundo para 2030, en el marco de reducir uso de fósiles, reducir emisiones e integrar a Corea del Sur a un sistema de transición y eficiencia energética que les permita usar energía con mejores objetivos.
México, contrariamente va en sentido opuesto a la historia: recientemente el populismo de Andrés Manuel López Obrador fue duramente cuestionado por el expresidente Felipe Calderón porque AMLO busca -sin consensos y sin norte histórico- modificar la Ley de la Industria Eléctrica, con lo que asegura a su país un rápido “retorno a la edad del carbón”, palabras con las que coincido porque en ese proyecto de ley, de AMLO, se trataría de priorizar inversiones en centrales de generación por combustibles fósiles.
En un anterior análisis vimos que el organismo mexicano de la energía, la CFE, tiene importantes y millonarias inversiones en generación de electricidad vía gas o carbón pero no en renovables y lo peor es que no motiva ni incentiva a que los privados lo hagan: peor aún estarían buscando revocar permisos de autoabastecimiento de energía, por lo que las empresas privadas no podrían generar la energía que consumen, y se volvería, por decir lo menos a un monopolio estatal de corte totalitario en el mercado energético.
Volvamos al futuro: Corea del Sur tiene una visión de “Green New Deal” impulsada por su presidente Moon Jae-in que tiene por objetivo reducir el uso de combustibles fósiles (derivados del petróleo, carbón y hasta gas natural) y convertir a Corea del Sur en país carbono-neutral para 2050.
El ambicioso proyecto, que debería copiar México mirando al futuro, de Corea del Sur implica un parque de generación eólica en la ciudad de Sinan con capacidad de generación de 8,2 GW (gigavatios) que equivale a tener 6 plantas de generación eléctrica (vía nuclear). Todo un logro de ingeniería financiera, energética y social que redundará en que Corea del Sur tenga más y mejor electricidad para sus hogares e industria, en contraste con la “oscura” y “apagada” vecina Corea del Norte y en contraste con la visión “fosilizada” de la energía de nuestro querido México.
La “alianza público privada” para ese proyecto implica que el sector privado aporte 47,6 billones USD de los fondos necesarios y el gobierno 0,9 billones restantes, vale decir un mayoritario porcentaje privado porque los inversionistas no sólo sienten confianza en la regulación y legislación sino en la estabilidad que Corea del Sur pueda brindarles a futuro en un negocio que cada vez es menos costoso, de mejor tecnología y de mayor penetración en el mercado como las energías renovables.
Además de inversión privada: habrá obras civiles, movimiento de otros negocios adyacentes a la industria, movimiento de capitales financieros y generación de empleo directo (calculan hasta 5.600 puestos de trabajo) con un impacto en la eonomía surcoreana demasiado importante: se meten de lleno a la transición energética y aumentan su oferta de energía (vía eólica) a 16,5 GW para 2030 desde los apenas 1,67 GW actuales.
Dos realidades objetivas en el mismo mundo: México cuyo actual liderazgo promueve un desafecto notorio contra la industria privada y contra las energías renovables versus Corea del Sur: que se mete a una apuesta total, en alianza público/privada, a generar electricidad vía renovable (eólica) para ser más competitivos, eficientes y definitivamente contribuir a no dañar el entorno ambiental.
Necesitamos ser más como Corea del Sur.