“Las reservas de litio no están certificadas y el Salar de Uyuni alberga costra salina no autentificada“.
Bajo dicho título nos enteramos que la principal esperanza de Bolivia, carece de reservas certificadas.
Un símil para darnos cuenta de la importancia, es lo que ocurre en la industria de los hidrocarburos, que precisamente para su desarrollo y comercialización necesita de la mentada certificación.
Haciendo un paréntesis para entender la relevancia, las reservas de gas natural boliviano llegaban solo a 8,95 trillones de pies cúbicos (TCF) y no 10,7 TCF, como había certificado la firma canadiense Sproule, consecuentemente podrían acabarse en ocho años, razón por la nos hallamos restringidos de firmar contratos de mayor plazo y cantidad, por ejemplo con Brasil, Argentina o algún otro mercado regional.
El Gerente General de Yacimientos Litios Bolivianos (YLP), Gunnar Valda indico: “Las reservas de litio no están certificadas y el Salar de Uyuni solo Alberga -en aproximadamente 10.580 kilómetros de extensión de costra salina- recursos no autentificados“.
Es increíble que pese a los años de propaganda del gobierno anterior, “que los bolivianos somos dueños de los recursos salinos más importantes que existen en el mundo“, hasta el presente y con más de 650 millones de dólares gastados de acuerdo al ex viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, Luis Alberto Echazú, no hicimos lo más básico “certificar las reservas“.
Consecuentemente la oportunidad de lograr la industrialización del Litio mediante la fabricación de las baterías a corto plazo, es una quimera.
Sin la certificación de reservas de Litio, poco podemos hacer para lograr un socio estratégico serio, experiencia probada y que sea un actor importante en la industria de las baterías de litio.
El desafío para el próximo gobierno es claro, invertir en exploración para lograr la certificación a la brevedad posible, lo que nos abrirá la puerta al mundo de la alta tecnología.